Conversaciones

Nicolás Rocha Cortés

«La escritura tiene que ser una cosa divertida, un juego que hagas desde una curiosidad casi infantil».

En su paso por Soho, donde escribió Mi abuelo y la marihuana, crónica ganadora del premio Simón Bolivar (2019), Nicolás Rocha Cortés encontró una nueva manera de hacer periodismo guiado por su compañero el poeta Juan de Frono. «Yo siempre había trabajado con periodistas, con literatos, con gente que en general está muy centrada en esa forma del periodismo muy correcta, muy académica, y Juan entró en mi vida para mostrarme un montón de maneras diferentes de contar historias desde la poesía y desde la experimentación narrativa». Allí, Nicolás empezó a experimentar y a incluir figuras de la literatura en su escritura periodística, guiñitos, como dice él. A veces salía bien y a veces salía mal. De ahí salió esa crónica que lo hizo merecedor del premio Simón Bolivar. Juan fue la primera persona a la que le mostró el texto. «Cuando Juan la lee me dice: para esto sirve la poesía».

Nicolás entendió que el periodismo se puede hacer bien sin querer ser periodista, sin esa figura del «periodista serio» que tiene una camisa de once varas. «Te dicen que ese título no va porque es una metáfora, que no uses una oración larga, que nunca uses adjetivos». Ahí, la poesía y la literatura le empezaron a abrir un mundo. Él no quería ser un periodista, lo que quería era escribir, y empezó a leer a Susan Sontag, profundizó más en la obra de Leila Guerriero, soltó esa idea tradicional del periodismo que le habían inculcado desde la academia y empezó a fluir.

Sin embargo, confiesa que sintió miedo cuando se publicó Mi abuelo y la marihuana. «A ti no te deja de asustar salir con algo así y que a la gente no le guste». Se la envió a Camilo, su jefe. Él lo llamo a su oficina y siempre que eso pasaba era porque había escrito algo muy bueno o por algo muy malo. Nicolás creyó que esa vez, por experimentar, lo llamaba por lo malo. En la oficina su jefe le dijo: casi lloro. De ahí, el premio, las ofertas de libertad en su escritura y la oportunidad de escribir un ensayo literario sobre una serie de televisión para la colección Primera temporada.

Como Ted Mosby, Nicolás se acuerda de todo; tiene una memoria prodigiosa, lo que es tanto un don como una carga. Durante los tiempos difíciles de la pandemia, justo en la época en que empezó a escribir How I Met Your Mother, una de las formas en las que pudo sobrellevar el tiempo fue volviendo al archivo de video de su papá. Repasó su infancia, video por video, navidad por navidad. Y pensó: «si quisiera contarle la historia de mi vida a alguien, sería como Ted Mosby contándole su vida a sus hijos, y la serie llegó».

 

Aunque fluye cuando escribe, no se siente cómodo. La primera versión de How I met Your Mother tenía 10.000 palabras; tuvo que aumentar a 15.000, luego a 20.000. Ya había escrito cosas de largo aliento, pero nunca las había publicado ni se había enfrentado al arduo proceso de edición. Recuerda que tuvo que reestructurar el libro, imprimirlo, botarlo en el piso, coger un resaltador rosado y uno verde y partir. Sufrió. Hiló párrafos que no habían sido escritos para ir juntos. Creyó por un momento que el libro no iba a salir. Además, estaba superando una tusa y sus emociones mutaban casi a la hora y así el libro también cambiaba.

«En el proceso, no solo tuve que entender el libro sino que tuve que entenderme a mí».

Mientras escribía el ensayo, soñaba la mitad de lo que había escrito, «…y si estás contando cosas tristes, vuelves constantemente a ese lugar y te empieza a traicionar la memoria, tu sueño le pone alguito más y se vuelve parte de un relato ficcional. Desconfía de tus sueños, anótalos y después busca qué parte de verdad hay ahí». Nicolás ve la escritura como un camino en el que se van dejando migajas; en el momento en que voltea la mirada y ya no las ve, se da cuenta de que está hablando de otra cosa, y se devuelve, una y otra vez, hasta que encuentra salida. «Porque las aristas son muchas y la escritura te permite empezar a abarcar diferentes cosas, construir bloques y después mezclar como quieras. Puedes escribir lo que se sea, partirlo y después decir: bueno, vamos a ver cómo juego con esto». Y así creó este texto, no para que la gente leyera una mente inteligente sino para que se entretuvieran. Quería que la gente abriera el libro esperando una cosa y simplemente se toparan con una buena historia.

Se siente feliz con la respuesta que ha tenido el libro por parte de sus lectores. «Cuando vienes del periodismo estás acostumbrado a que tus textos tengan una vida muy corta, de una semana, máximo dos. La crónica de mi abuelo, por ejemplo, tuvo una vida de dos semanas, después con el premio tuvo otra vida como de un mes, si mucho». Con este ensayo ha tenido la oportunidad de ver su libro vivir continuamente. Entendió su texto desde la lectura de los demás. «Ahí te das cuenta que el texto no solo tiene tu visión sino que la gente le da otra lectura, otro ritmo, y así es que el libro no se muere y, si no muere, de alguna manera tú te sientes bien».

«Puede que tu libro no sea lo mejor que la gente va a leer, pero les queda algo. Un libro, un nombre, una canción. Algo que también los invita a ser parte de tu mundo».

En pocas palabras

El libro más preciado de su biblioteca
El barrio y los señores de Gonçalo M. Tavares, la edición de Almadía, y Apegos feroces de Vivian Gornick.

 

Un disco preferido
Un formato de playlist: emotional orchestral music. Innerbloom o todo lo que ha hecho The Blaze.

 

Personaje literario predilecto
La señora Dalloway, Pedro Páramo y la bruja de Temporada de Huracanes.

 

En otra vida hubiera sido…
Rapero o marinero.

 

Tres librerías que no deja de visitar
Santo & Seña, Wilborada y Garabato.

Si quieres leer How I Met Your Mother, puedes conseguirlo aquí.